Más allá de ser una simple forma de entretenimiento, ¿hay una conexión real entre la infancia y la música?
Más allá de ser una simple forma de entretenimiento, ¿hay una conexión real entre la infancia y la música?
Desde las primeras nanas que calman el llanto hasta esas canciones pegajosas que los hacen bailar sin parar, la música está presente en la vida de los niños mucho antes de que puedan hablar. Pero más allá de ser una simple forma de entretenimiento, ¿hay una conexión real entre la infancia y la música? Diversos estudios y experiencias cotidianas apuntan a que sí, y de formas más profundas de lo que podríamos imaginar.
Antes de que un niño aprenda a decir “mamá” o “papá”, ya ha tenido numerosas interacciones con el sonido. Durante el embarazo, los bebés escuchan y reaccionan a estímulos auditivos, especialmente al ritmo del corazón de su madre y a sonidos del entorno, entre ellos la música. De hecho, investigaciones han revelado que los recién nacidos pueden reconocer melodías que escucharon en el vientre materno.
Las canciones de cuna, por
ejemplo, son una de las primeras herramientas que los padres utilizan para
calmar, conectar y comunicarse con sus hijos. Su repetición, tono suave y ritmo
constante brindan seguridad y favorecen el vínculo afectivo. En este sentido,
la música se convierte en un lenguaje emocional antes incluso de que el
lenguaje verbal esté presente.
Además, los bebés no solo escuchan música: también la “interpretan” a su manera. Balbucean con el ritmo, se mueven al compás de la canción y sonríen ante melodías familiares. Todo esto señala que la música no solo es recibida, sino también procesada y expresada emocionalmente desde muy temprana edad.
La ciencia ha explorado con detalle cómo la música impacta en el desarrollo de los niños. Los beneficios son múltiples y abarcan diversas áreas del crecimiento:
En resumen, la música no solo entretiene, también educa, conecta y construye habilidades esenciales para el crecimiento integral.
Aunque hay canciones infantiles especialmente diseñadas para estimular a los niños, no hay una única respuesta correcta sobre qué música es la mejor. Todo dependerá de la edad, el momento del día, el entorno y, por supuesto, los gustos personales del niño.
Para los más pequeños, se
recomiendan melodías con letras claras, ritmos suaves y estructuras
repetitivas. Las canciones de cuna, los juegos cantados y los temas
tradicionales ayudan a crear rutinas y seguridad emocional.
A medida que los niños crecen,
conviene ampliar su universo musical: ofrecerles música clásica, ritmos
latinos, canciones folklóricas, jazz para niños o incluso pop adaptado puede
enriquecer su experiencia sonora y abrirles la puerta a nuevos mundos.
Es importante recordar que la diversidad musical estimula la curiosidad y permite que los niños desarrollen un criterio propio. Y aunque algunos ritmos nos parezcan “ruidosos” como adultos, a veces solo necesitan una oportunidad para descubrir que incluso el rock o el hip hop pueden enseñarles ritmo, expresión y creatividad.
Cada vez más escuelas están incorporando la música como herramienta pedagógica transversal, no solo en clases de arte. Cantar para aprender los colores en otro idioma, usar canciones para memorizar las tablas de multiplicar o acompañar cuentos con melodías son estrategias que convierten el aprendizaje en algo más atractivo, dinámico y duradero.
Tocar un instrumento, por otro
lado, no solo desarrolla habilidades musicales, sino también valores como la
disciplina, la constancia y la colaboración (especialmente cuando se toca en
grupo). Aprender a leer partituras, seguir un ritmo o afinar un oído exige
esfuerzo y paciencia, cualidades que pueden extrapolarse a muchas otras áreas
de la vida escolar y personal.
Además, la música puede ser una aliada para incluir a niños con diferentes formas de aprendizaje o con necesidades especiales, ya que permite comunicarse de manera no verbal, facilitando la integración y la expresión individual.
Uno de los aspectos más valiosos de la música en la infancia es la forma en que fortalece los vínculos familiares. Cantar juntos en el coche, inventar coreografías en casa o compartir una canción especial en momentos clave del día (como al despertar o antes de dormir) crea memorias emocionales duraderas.
Estas experiencias musicales
compartidas no solo fortalecen el afecto, también enseñan a los niños que
pueden expresarse con libertad y sentirse escuchados. La música se
convierte así en un refugio emocional, un puente entre generaciones y un
acompañante constante que crece con ellos.
La conexión entre los niños y la música no es casual ni superficial: es profunda, transformadora y fundamental para su desarrollo emocional, cognitivo y social. La música no solo es compañía, también es escuela, refugio y puente de comunicación.
Fomentar el contacto con la música desde temprana edad no requiere grandes recursos: basta con cantarles, ponerles canciones que los hagan sentir bien y permitirles explorar. Porque si hay algo claro es que la música, en la infancia, no solo se escucha… también se vive
AUTOR: Redacción Top Radio